A lo largo de mi carrera creo que me he topado con todos los tipos de presidente ejecutivo de una compañía de base tecnológica. El presidente dospuntocerista es un tipo muy especialito de persona que requiere un tratamiento muy específico en función de su tipología que describiré a continuación.
El pajero mental
Al pajero mental se le reconoce porque pasa largos períodos de tiempo fuera de la oficina, en su casa o en un retiro espiritual en el Tíbet meditando acerca de lo que quieren los clientes. El pajero mental empezó su ascenso cuando, por casualidad, una de sus pajas resultó ser lo que quería un cliente y en poco tiempo uno o dos campeones produjeron un mínimo producto viable que implementaba exitósamente la idea. Cuando la empresa alcanza cierto tamaño el pajero mental va por libre y las operaciones reales las gestionan los clones de los campeones y un equipo gerencial reclutado gracias al capital riesgo. El pajero mental es, de hecho, una persona bastante inteligente y carismática. Es sorprendente como el pajero puede redescubrir por su cuenta ramas enteras de la ciencia cuando ha tomado suficiente peyote mezclado con ayahuasca aunque, por desgracia, sus ideas suelen llegar a un mercado que las conoce (y las aplica) desde hace diez años. No obstante lo anterior, nunca y por ningún motivo hay que cuestionarle abiertamente al pajero la cualidad disruptiva de sus ideas. La misión vital del pajero es convertirse en un líder visionario que da charlas e inspira a la gente para que alcance su verdadero potencial.
El supertacañón
El supertacañón nunca tuvo ni idea de los fundamentos de la tecnología que vende, lo suyo son las finanzas. Se refiere al departamento de recursos humanos como «departamento de recursos porcinos» y es un hacha con el Excel, sobre todo a la hora de cobrar el máximo a los clientes y pagar lo mínimo a los empleados y proveedores que es cómo se mantiene su negocio. El supertacañón es el Terminator del departamento de operaciones. La misión vital del supertacañón es vender la empresa el día hora, minuto y segundo que alcance su máxima valoración y usar el dinero para montar otra empresa con la que hacer lo mismo.
El galáctico
El galáctico era anteriormente un trepa en la mayor empresa de la competencia. Era tan buen trepa que llegó tan alto que no pudo ascender más y entonces un headhunter lo reclutó a golpe de talonario. El galáctico es duro e implacable y a menudo goza de una excelente reputación en el sector. El problema con el galáctico es que el ego no le cabe en el cuerpo y, como hasta la fecha nunca ha cometido ningún gran error, el primer fiasco que cometerá será en la empresa que le han encomendado dirigir y, debido a su exceso de confianza en sí mismo, normalmente es un fiasco brutal. La misión vital del galáctico es demostrar que es más listo y competente que los demás.
El cuñado
Al cuñado le otorgaron la presidencia porque hace unas décadas dió el braguetazo correcto. O, por casualidad, resultó ser el primo de un tipo listo. El cuñado es un Lord Sith que mantiene el poder utilizando al departamento de recursos humanos como si fuese la Estrella de la Muerte. La misión vital del cuñado es probar tantos habanos, whisky y putas como le permita la tarjeta black de la empresa.
El buscavidas
El buscavidas es la versión adulta del niño hiperactivo. Excitable, éstiloso, bullicioso y, aparentemente, ingénuo, el buscavidas sobresale en la búsqueda de capital riesgo al que mesmeriza con palabras grandilocuentes y un blog que se sale. La misión vital del buscavidas es salir en la portada de la revista Times.
El nautilus
El nautilus consiguió alzarse con el poder mediante la aplicación sistemática y repetida de una técnica muy sencilla: permanecer en su sitio y mantener la boca cerrada. De apariencia tímida y apocada, el nautilus es, sin embargo, tan letal como un submarino nuclear. Nadie conoce la misión vital del nautilus.
El experto
El experto inició su andadura siendo el profesional más competente y de reconocida habilidad en su sector. De alguna forma atrajo a colegas como él y montaron una empresa que un puñado de clientes adinerados estaban siempre ansiosos por subcontratar. El experto suele aburrirse mortalmente en las reuniones, mediando de mala gana entre sus mandos intermedios. La misión vital del experto es que le dejen volver al laboratorio de dónde salió.
El legionario
El legionario es un tipo salido de la nada que empezó como soldado raso. Con unos huevos cuadrados y tanta mala leche como ganas de cambiar el mundo, el legionario ascendió de tropa a brigada, de brigada a capitán y de capitán a general. Al legionario no le puedes hablar sobre la importancia de la estrategia porque te responde que en su trabajo anterior cada vez que alguien la pifiaba en Afganistán le traían a dos chavales de veintitantos metidos en sendas bolsas de plástico. Nunca hay que tocarle los cojones a un presidente, pero al legionario menos que a ninguno. La misión vital del legionario es servir a Dios.
El niño rico
El niño rico es hijo de un legionario. Por desgracia, nunca consiguió llevarse bien con su progenitor, de modo que decidió montar su propia empresa más cool que la de papá. Pero como nadie tiene los cojones de un legionario, la empresa del niño rico es simplemente una incineradora del dinero de papi y los amigos multimillonarios de éste que coinvirtieron. La misión vital del niño rico es que le admitan en La Legión por sus propios méritos antes de heredar la empresa de su padre.
El heredero
Como el niño rico, el heredero también es hijo de un presidente, pero a diferencia del primero, el heredero nunca intentó fundar su propia empresa. De joven soñaba con ser músico o vulcanólogo. Pero al abandonar la adolescencia se resignó a acatar la llamada del deber como sucesor del imperio. El heredero es habitualmente un gestor diligente cuya misión vital es preservar el legado y, si le sobra tiempo, viajar y tocar la guitarra.
El limpiador
El limpiador suele ser el ex-director financiero y ocupa el cargo porque el anterior presidente organizó un buen desastre. A veces es también un consultor externo nombrado por los inversores hastiados de alguno de los otros tipos de presidente. Del limpiador se espera que cumpla una misión muy concreta y que luego abandone el cargo, algo así como lo que la curia espera del Papa, aunque algunos limpiadores acaban sobreviviendo a todos los que les nombraron.
El visionario
El visionario genuino es un híbrido entre el pajero, el experto y el supertacañón. Similarmente al pajero trabaja en la creación de productos disruptivos, pero en vez de crear a ciegas conoce perfectamente el mercado en el que se mueve y en su laboratorio trabajan dos premios Nobel que se quitan el sombrero cada vez que el visionario se remanga y hace algo; además tiene una idea cuantitativa muy precisa de cuántos recursos y tiempo necesitará para convertir su idea en realidad. Dependiendo de si es un psicópata o sufre asperger, externamente parecerá un buscavidas o un nautilus, aunque el estilo gerencial interno es como el del galáctico y emocionalmente es duro como el legionario. La misión vital del visionario es convertir cualquier coste el mundo en lo que él piensa que debería ser.
Cómo gestionar a cada tipo
La gestión de un presidente recién adquirido se basa en un principio y tres etapas.
El principio es que es más sencillo crear stress bottom-up que top-down. Por mucho que los empleados piensen que están puteados, a quién le suele acabar dando un infarto es al más jefazo porque la cantidad de problemas que tienes en tu vida depende linealmente de la cantidad de personas a tu cargo capaz de causarlos haciéndote a ti responsable subsidiario. Por consiguiente, la estrategia de gestión debe ser ofensiva: mantener ocupado al presidente antes de que él te mantega ocupado a ti, y esto es, de hecho, lo que hacen los miembros del consejo cuando conspiran en favor de sus propios intereses.
Las etapas para sobrevivir a un presidente son:
– Observación
– Condicionamiento
– Explotación
En la etapa de observación hay que anotar meticulosamente todo lo que hace el presidente. A qué hora llega a qué hora se va. Con quién se reúne. Qué toma para comer. Qué tiene como fondo de pantalla, etc. Durante esta fase hay que ser totalmente cauto y mantener el perfil más bajo posible hasta que se haya reunido la inteligencia necesaria.
Basándose en esta observación hay que clasificar al presidente en base a la taxonomía anterior y también, recomendablemente, de acuerdo a alguna otra técnica como el eneagrama (que no es objeto de este post).
Cuando termina la observación empieza el condicionamiento. En esta fase el objetivo es amaestrar al presidente para que no toque demasiado las narices. El condicionamiento presidencial se hace siempre mediante refuerzo positivo, nunca negativo, ya que es una muy mala idea cabrear a un presidente.
Por último, la explotación se basa en apalancarse en los miedos del presidente. Por ejemplo, los pajeros mentales son totalmente dependientes de los héroes tecnológicos ya que sin ellos no pueden hacer prototipos con los que mostrar si vívida imaginación al mundo, los buscavidas dependen de los estados financieros y de su fama para seguir consiguiendo dinero que quemar y con los cuñados es aún más fácil, sólo consiste en que te guste la misma marca de puros que a ellos.
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