Walk on road, hm? Walk left side, safe. Walk right side, safe. Walk middle, sooner or later, get squish just like grape. Here, karate, same thing. Either you karate do «yes», or karate do «no». You karate do «guess so», just like grape. Understand?” Mr. Kesuke Miyagi (The Karate Kid)
Prácticamente todas las crisis sociales a gran escala se han resuelto empujando a clase media hacia abajo. No soy historiador, y apenas puedo citar algunos ejemplos mal aprendidos que ilustran el fenómeno. Pero no por ello es menos real. Es una dinámica recurrente que se viene repitiendo desde los albores de las civilizaciones. Vamos pues con un poco de historia.
Corria el año 1353 cuando la peste negra empezó a remitir en El Viejo Continente. Se estima que la pandemia mato aproximadamente a 25 millones de personas en Europa (entre el 30% y el 60% de la población) y entre 30 y 40 millones más murieron en Asia. La peste llegó a Europa a través de las rutas comerciales que habían abierto los italianos con oriente. El comercio de especias y sedas trajo como efecto secundario el tránsito de bacterias que llegaron en un momento en el cual el fuerte incremento de la población durante la Edad Media había empezado a extender el hambre debilitando las defensas naturales de los habitantes. La peste fue una de las causas que contribuyeron a crear una crisis tan profunda como para que algunos sabios empezaran a mirar hacia el pasado en busca de las fórmulas que habían hecho grande a Roma. Y, gracias a una innovadora y sorprendente reinterpretación de los clásicos, comenzó el Renacimiento. La peste creó un gran vacio de población (en Florencia mató a cuatro quintas partes de sus habitantes) lo cual propició que en el año 1420 los florentinos que levantaron la cúpula de Brunelleschi en la basílica de Santa Maria del Fiore pudiesen alimentarse con festines de carnes, queso y aceitunas. Luego la población empezó a crecer de nuevo tan rápidamente que en el año 1500 el desarrollo social promedio en Italia estaba por debajo de los niveles alcanzados en Roma en el siglo primero, la ciudad europea más grande era una décima parte del tamaño máximo que llegó a alcanzar la antigua Roma, y los obreros de Miguel Angel trabajaban básicamente a pan y agua.
Fuente: The Great Divergence in European Wages and Prices from the Middle Ages to the First World War (Bob Allen) vía Why the West Rules — For Now (Ian Morris)
De un tiempo a esta parte circula por la red un diálogo presuntamente atribuido al cardenal Mazarino y su secretario personal Jean-Baptiste Colbert durante el reinado de Luís XIV de Francia (entre 1643 y 1715).
Colbert: Para conseguir dinero, hay un momento en que engañar al contribuyente ya no es posible. Me gustaría, Señor Superintendente, que me explicara cómo es posible continuar gastando cuando ya se está endeudado hasta al cuello…
Mazarino: Si se es un simple mortal, claro está, cuando se está cubierto de deudas, se va a parar a la prisión. ¡Pero el Estado…! ¡Cuando se habla del Estado, eso ya es distinto! No se puede mandar el Estado a prisión. Por lo tanto, el Estado puede continuar endeudándose. ¡Todos los Estados lo hacen!
Colbert: ¿Ah sí? ¿Usted piensa eso? Con todo, precisamos de dinero, ¿y cómo hemos de obtenerlo si ya creamos todos los impuestos imaginables?
Mazarino: Se crean otros.
Colbert: Pero ya no podemos lanzar más impuestos sobre los pobres.
Mazarino: Es cierto, eso ya no es posible.
Colbert: Entonces, ¿sobre los ricos?
Mazarino: Sobre los ricos tampoco. Ellos no gastarían más y un rico que no gasta, no deja vivir a centenares de pobres. Un rico que gasta, sí.
Colbert: Entonces, ¿cómo hemos de hacer?
Mazarino: Colbert, ¡tú piensas como un queso de Gruyere o como un orinal de enfermo! Hay una cantidad enorme de gente entre los ricos y los pobres. Son todos aquellos que trabajan soñando en llegar algún día a enriquecerse y temiendo llegar a pobres. Es a esos a los que debemos gravar con más impuestos…, cada vez más…, ¡siempre más! A esos, ¡cuanto más les quitemos, más trabajarán para compensar lo que les quitamos! ¡Son una reserva inagotable!
Hubo que esperar hasta la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII para que el desarrollo social empezase nuevamente a repuntar, sólo para verse abruptamente interrumpido nuevamente por las terribles hambrunas y movimientos migratorios de los años 30-40 del siglo XIX.
Movida suficiente gente excedente de Europa a las Américas, el nuevo tirón alzista duró hasta la gran depresión del 29. Una devastadora crisis con origen en la especulación bursátil que duró más de una década, redujo el PIB estadounidense en un 27%, el IPC en un 35%, e hizo descender el comercio internacional entre un 50% y un 66%. La crisis del 29 cebó especialmente con los agricultores quienes vieron reducidos sus ingresos hasta en un 70% y con los trabajadores de la industria pesada. Se produjeron caídas de bancos en cadena, además de que las garantía hipotecarias que estos tenían eran invendibles. La crisis del 29 se superó en Estados Unidos mediante el New Deal de Roosevelt que tuvo realmente algunos efectos positivos «hacia la izquierda». Se promulgó una nueva ley sobre la vivienda, y se creó la Seguridad Social. También se creó un sistema fiscal más progresivo, aunque las consecuenciass para los ricos fueron insignificantes y no hubo ninguna redistribución apreciable de la riqueza.
Vivimos actualmente sin duda en los años posteriores a una de esas «borracheras de crecimiento». Una repetición de la historia, aunque, como en todas las repeticiones, en algunos aspectos distinta de las anteriores ocasiones. Esta vez no podemos reducir fácilmente la población matándolos o echándolos como se hacía antaño, aunque ya ha empezado a emigrar gente de España, y emigrarán todavía más. Ni podemos impagar la deuda devaluando la moneda (como han hecho los británicos). Además se ha creado una estructura de gastos fijos muy difíciles de reducir puesto que pagan derechos adquiridos y supuestamente irrenunciables de los ciudadanos. La crisis actual se parece en cierto sentido a la crisis energética. Todo el mundo sabe que el consumo y las fuentes de energía actuales no son sostenibles, pero como todavía existe una gran reserva de petróleo (la clase media) pues se puede seguir quemando combustible a corto plazo de dicha fuente.Por otra parte, debido a las coyunturas políticas, se aplicó una política descentralizadora en el momento inadecuado. Existen a grosso modo dos estrategias para gestionar un estado: la imperialista-centralizadora y la feudalista-descentralizadora. La estrategia centralizadora funciona mejor en épocas de bonanza. Entonces los monarcas pueden cobrar cuantiosos tributos a una numerosa población y utilizarlos para mantener a un gran ejército y una potente estructura burocrática de control. En épocas de crisis, en cambio, puede funcionar mejor reducir el ejéricto y la burocracia y dejar que los señores feudales campen un poco a sus anchas y cobren tasas a sus súbditos a cambio de mantener un estado central menos costoso. En España se hizo todo esto justamente al revés. Entre 1978 y 2008 se descentralizó en épocas de bonanza, y, peor aún, los gobernantes autonómicos y municipales se endeudaron por cuenta del estado central, y se duplicaron muchas funciones (y costes) entre la administración central y las administraciones autonómicas y municipales.
Me temo que el plan de salida es simplemente el de siempre: mover a los de en medio hacia abajo. El primer paso fue crear crecimiento a corto plazo encadenando a mucha gente a una hipoteca de largo plazo. La siguiente etapa del plan es restaurar el crédito bancario para hipotecar también a las PyMEs. Inyectar dinero, a crédito, en las pequeñas y medianas empresas para que estas a su vez creen empleo. Pero es un plan falaz por dos razones; 1ª) porque una empresa no puede vender donde no hay compradores con dinero para gastar y, 2ª) porque incluso si las empresas se recuperasen y empezaran a crecer lo harían sólo para poder pagar la deuda que contrajeron previamente a dicho crecimiento. En una situación financieramente precaria, las empresas sólo tienen recursos para crear empleo precario.
Es, en resumen, un agotamiento de la socialdemocracia, creada en principio para redistribuir la riqueza, pero actualmente sólo redistribuye deuda.
Eventualmente todo se reajustará solo, siempre se acaba reajustando, aún pese a los políticos. Algún año, la gente terminará de pagar la hipoteca. Aparecerán estratos sociales dentro de la clase trabajadora, que separarán a los que tienen empleo blindado de los que no tienen garantizado el puesto. Las ofertas de empleo (blindado) pasarán entonces a ser subastas de empleo. Nacerán menos niños, entrarán menos inmigrantes y emigrarán más españoles. En el peor caso todo terminará a partir del año 2050. Por esas fechas los baby boomers empezaremos a morir, dejando detrás nuestro muchos puestos de trabajo vacantes, una generación libre de hipotecas, no por gusto, sino porque en su juventud (afortunadamente para ellos) les negaron el crédito. De nuestros padres heredamos la democracia y el estado del bienestar de la beneficencia. Con suerte, nuestros hijos heredarán, además, la casa y unas finanzas familiares libres de créditos bancarios.
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