Las consecuencias del nuevo boom del e-learning

Audrey Watters publicaba el pasado mes de noviembre que en el primer semestre de 2012 en Silicon Valley se han financiado 165 startups alrededor de la educación, con una media de 9M$ de inversión por compañía. Sólo 2U, antes 2tor, una comapñía fundada en 2008, ha levantado 97M$ para ofrecer titulaciones universitarias 100% online en colaboración con varias universidades. 31M$ levantó Echo360. Han aparecido buscadores especializados como Noodle. Hasta Bill y Melinda Gates han entrado junto con Washington Post a invertir en EdSurge.

Ya hubo una burbuja de inversión en e-learning en 1999 que terminó con no muy buenos resultados, más del 75% de 106 startups quebraron o generaron paupérrimos retornos de inversión. Esta vez se espera que la tasa de éxito sea mayor debido al precedente de éxito de algunos MOOCs, a nuevas técnicas de inteligencia artificial, a más ancho de banda disponible y al abaratamiento de costes debido al Open Source y el Cloud Computing.

A mi no queda claro el modelo de negocio de algunas startups de e-learning, por consiguiente, con independencia de la mejor coyuntura tecnológica de la que gocen, una buena parte de ellas se irán a pique.

Pero lo que me interesa ahora no es la rentabilidad (o no) del negociete privado de educar, sino el cambio social que producirá la commoditización de la educación superior. Hasta hace poco la educación de más alta calidad era privilegio de una minoria. Ser judío y haberte graduado en Stanford incrementaba, no sé… ¿en un 800%? tus probabilidades de obtener apoyo para fundar una startup. Pero ahora, en Europa de una forma y en EE.UU. de otra, el sistema trabaja para crear un mercado de competencia perfecta en habilidades. Bien sea en el Viejo Continente por la obsesión pertinaz en que todos los jóvenes tengan las mismas oportunidades de ir a la universidad (bueno, en España, últimamente justo lo contrario, pero esa es otra historia…) o por iniciativas estadounidenses del estilo Y-Combinator basadas en identificar a hackers desarraigados sociales y acelerar su ascenso. El caso es que una “buena educación” ya no es la mejor herencia que un padre puede dejarle a su hijo. Esto es debido a que se hace todo lo posible por igualar el acceso a la cultura pero todo lo contrario para dificultar el acceso al capital. Por consiguiente, una abultada cuenta bancaria en herencia será mucho más útil para medrar que un currículum universitario plagado de matrículas de honor.

Una posible tabla de salvamento laboral es buscar imperfecciones de mercado, nichos «long tail» donde existe demanda de competencias especializadas pero la formación estándar no alcanza. Pero hasta el feudo de la programación, donde no existe el desempleo, está siendo commoditizado por sitios como Codeacademy.

Hay todavía una gran brecha, no obstante, un Informe de McKinsey estima que en 2020 habrá una carencia de 85 millones de trabajadores con competencias medias-altas y guerras por el talento debido a que empleadores, proveedores educativos y jóvenes viven en universos paralelos.

Otro efecto secundario probable de la Ed-Tech será la despolitización de la educación. Actualmente los planes de estudios están fuertemente condicionados por las leyes educativas. Pero en la medida en la que se diversifique y abarate la oferta será más difícil para los políticos sesgar los contenidos y metodologías para seguir perpetuando la escuela de la ignorancia.

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