El dilema del combatiente

El dilema del prisionero es un gran clásico de la teoría de juegos, tanto, que ni lo voy a comentar. Pero si una variante que considero muy actual, el dilema del combatiente que es como sigue:

Batalla de Arsuf Dos combatientes se hallan acosados por el enemigo. A su rescate acude un helicóptero, pero tan cargado que sólo puede llevar a uno de ellos. Los combatientes tienen tres opciones:

1ª) elegir subir uno al helicóptero dejándo morir al otro,
2ª) subir los dos al helicóptero y estrellarse todos
3ª) quedarse los dos en tierra y hacer frente juntos al enemigo con la mayor ferocidad posible.

Es tristisímo constatar hasta qué punto muchas personas se han vuelto tan cobardes como para considerar únicamente las opciones de correr hacia el helicóptero pasando por encima de su propio compañero de armas si es preciso.

Voy a permitirme copiar a continuación lo que los historiadores cuentan que pasó en la Batalla de Arsuf librada por los cruzados de Ricardo «Corazón de Leon» contra las tropas de Saladino para quien se aburra y le interese saber qué sucede cuando los combatientes se olvidan del helicóptero y se lanzan los dos a por el enemigo.


En verano de 1191 el ejército de Ricardo, estaba formado por doce divisiones de hombres a pie y otras doce de caballería, repartidas en cinco grandes cuerpos de ejército, en total unos 49.000 hombres contra aproximadamente 53.000 de Saladino.
Los cruzados avanzaban lentamente desde Acre hacia el sur por la calzada romana que bordeaba la costa mediterránea. Agobiados por el calor y hostigados permanentemente por los escaramuzadores turcos que tendían una y otra vez pequeñas emboscadas con una cuarentena de hombres. Saladino quería provocar a los cruzados para desorganizar su formación y lanzar entonces el grueso de su ejército pero la columna resistió disciplinadamente los ataques esperando la señal de Ricardo (seis toques de trompeta) que indicaría cuándo debían atacar.
El 7 de septiembre, tras diecinueve días de marcha para recorrer un centenar de kilometros, los cruzados llegaron a Haifa. Saladino, cansado de esperar en vano una reacción, decidió lanzar un ataque sorpresa y esperó pacientemente al ejército de Ricardo en el bosque de Arsuf, un espeso encinar que se extendía sobre las laderas de una montaña.
La táctica de Ricardo era la siguiente:
– la caravana de suministros estaba en la playa detrás de las líneas.
– la vanguardia estaba formada por infantes y arqueros normandos, bretones, milaneses, genoveses, pisanos, toscanos, germanos, francos, ingleses, angevinos, flamencos, etc.
– el centro era una masa de infantería heterogénea.
– en los flancos estaba la caballería de élite, en el derecho los Templarios y en el izquierdo los Hospitalarios comandados por el conde Enrique II de Champagne.
Del bosque surgió la vanguardia islámica, arqueros sudaneses, beduinos a pie y a caballo, a los que se sumaban los temibles arqueros turcos montados. A continuación iban los mamelucos y las tropas de los emires de Egipto y Siria, precedidos por los músicos que soplaban cuernos y trompas o batían el tambor en medio de los aullidos de los asaltantes, formando una barahúnda indescriptible.
La caballería pesada hospitalaría, harta de pelear a la defensiva desobedeció las órdenes de Ricardo y se lanzó con ímpetu hacia el enemigo al son de su famoso grito «¡San Jorge!». Los caballeros desmontados continuaban el combate a pie lanza en ristre y tal fue el arrojo de los hospitalarios, que los cruzados pasaron de la defensiva a la ofensiva desbaratando las líneas de Saladino que empezaron a retirarse apavoradas.
Al ver el éxito del ataque, Ricardo ordenó una segunda carga y una tercera hasta que finalmente todos los islámicos emprendieron la huída. Al final del día la victoria era absoluta, los cruzados había perdido entre 700 y 1.000 hombre y los sarracenos entre 7.000 y 10.000 inculídos 32 emires.
Aunque la tercera cruzada fue un fracaso y no cumplió su objetivo de adueñarse nuevamente de Jerusalén, especialmente debido a desavenencias entre Ricardo y el monarca francés Felipe II. Ricardo rompió el mito de invencibilidad de Saladino a aquién volvió derrotar en otra batalla el 5 de agosto de 1192 tras la cual ambos pactaron que los fieles cristianos pudieran visitar sus lugares santos sin ser molestados aunque la propia ciudad permaneciera en manos de los cruzados. Así mismo, también se acordó que la franja de terreno entre Tiro y Jaffa quedadara en manos cruzadas al igual que la isla de Chipre.

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