Dicen, los neurólogos, que el neocórtex funciona con tiempos de respuesta de alrededor de 40 milisegundos, mientras que la parte más primitiva de cerebro reacciona a estímulos en tan sólo 8 milisegundos.
La consecuencia (no sé si lógica o no) es que las personas sentimos antes de pensar, y esto se aplica a todo en la vida. La respuesta racional que damos a un estímulo se produce al menos 32 milisegundos después de la respuesta emocional.
A esto yo lo llamo vulgarmte «el mecanismo del susto cinematográfico», cuando sabes a ciencia cierta que va a salir el bicho malo y aún así das un bote en el asiento cuando lo ves.
La aplicación práctica de este hecho al diseño de software es que la parte emocional del producto es igual, si no más, importante que su parte práctica.
Un buen producto tiene que funcionar, si, pero, además, tiene que molar, y no sólo eso, sino que tiene que molar antes que funcionar. Es por eso que las pantallas de entrada son tan chulas y luego el resto del software comercial suele ser una porquería.
Y en la emocionalidad es donde el Software Libre goza de una baza imbatible, puesto que no sólo es un producto orientado a la cabeza sino también al corazón de las personas.
Los intentos de comprar, comercializar, cerrar, limitar, monetizar e industrializar el Software Libre fracasarán siempre, porque su esencia misma no es la tecnología sino cómo los programadores se sienten respecto de dicha tecnología.
Lo pragmático y lo emocional en software
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