Microgerencia e innovación

La primera cosa importante que hice cuando monté mi empresa fue desatascar la taza del water. En serio, llevaba un par de horas trabajando con los otros socios fundadores en nuestra nueva y desangelada oficina, cuando me di cuenta de que la cisterna estaba rota. Pasé el resto de aquella mañana en la ferretería por una cuestión básica de prioridades: de no haberlo hecho las condiciones higiénicas del entorno de trabajo se habrían deteriorado rápidamente.
Hasta aquí la historia no dejaría de ser anecdótica si no fuese porque 6 años después de aquello sigo haciendo el mismo estilo de cosas: puntear extractos bancarios, negociar pagarés, atender reclamaciones puntuales de clientes importantes o leerme el código del programador cenutrio de turno que lo ha hecho mal.
Me consuela, sin embargo, la sensación de que no soy el único en mi situación. Steve Ballmer pasa una gran cantidad de tiempo enredado en los innumerables pleitos de Microsoft, o preocupado de si las acciones bajan, o del último rumor sobre el mal ambientillo que se traen últimamente en Microsoft. Cualquier cosa menos actividades de genuino valor añadido para el negocio.
En política también pasa lo mismo. Yo estoy convencido de que si una persona es elegida para un cargo político y no hace nada, absolutamente nada, en 4 años, automáticamente sale re-elegida. Lo fundamental es no verse involucrado en ningún escándalo por el camino: y los escándalos son lo mismo que se te hunde un barco petrolero, o se te cae un avión militar o en sábado y con sigilo sueltan por error a una banda de atracadores.
En contra de lo que dicen los libros de management, yo todos los empresarios de éxito que conozco son microgerentes. La mayoría son la típica mosca cojonera que se pasa el día metiendo las narices en los detalles de lo que hace todo el mundo.
También en contra de lo que predican los masters, la mayoría de los jefes de éxito son unos paranoicos: cuando delegan, no se fian de nadie, ni siquiera de sus subordinados más valiosos.
Algunos piensan que Bill gates levantó el imperio Microsoft con una visión, pero no, lo hizo mirando las hojas Excel de ventas por regiones y preguntándose cómo podía arañar más cuota de mercado en cada rincón del planeta.
La microgerencia es antagonista de la innovación. El día a día consume la capacidad cerebral para pensar. Es por esto probablemente que Bill Gates lleva tiempo queriéndose desvincular de las actividades cotidianas de Microsoft.
Pero si la innovación no surge de estos viejos gurús colmados de burocracia, entonces ¿de dónde sale? La respuesta es muy sencilla:
El foco de innovación en una empresa son las personas que no están sujetas a ninguna carga de actividad gerencial
Y estos son… ¡los becarios! La gente más jóven, los que en teoría menos saben, pero que son lo bastante ingénuos como para cuestionarse las cosas que funcionan. Juan Freire dice que en la innovación como rutina: el recurso más escaso es el tiempo de los innovadores.
Hay un post reciente muy bueno de Juantomás en el que cita a Clay Shirky. Juantomás cuestiona el punto de vista de Shirky sobre el fracaso de SourceForge, pero yo quiero centrarme aquí en la esencia del artículo de Shirky Failure for free, and a rainforest of interfaces:
Lo que las organizaciones tienen que hacer para innovar es reducir el coste global del fracaso medio
Así es como funciona la evolución: el coste de un individuo genéticamente menos adaptado al entorno es despreciable frente a las ventajas que proporciona la continua diversificación genética. Es decir, evolutivamente, el coste del fracaso es muy bajo.
La mayoría de las organizaciones, en cambio, ponen todos sus huevos en una cesta y luego se preocupan muchísimo de que nada salga mal.
La frustración que se produce cuando no se cumplen las expectativas es uno de los sentimientos que más indigna a la gente. Por eso se emplean enormes cantidades de recursos en que todo salga según lo previsto, aunque lo previsto no tenga ni pies ni cabeza.
En política es dónde la caza de errores alcanza el grado sumo. Aunque al final tampoco es para tanto, porque cuanto más duro arremete la oposición contra un político más cierran filas sus compañeros en torno a él, y, al final, casi nunca se depuran responsabilidades. Esto pasa también en las grandes corporaciones, donde algunos grandes ejecutivos pueden llegar a despilfarrar sumas multi-millonarias de dinero si levantar ni una mota de polvareda.

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