Cosas que arruinan mi vida

El sábado estuve en la barbacoa que Luis I. Cortés celebra regularmente cada verano en su casa del litoral catalán.
Mi frágil memoria me impide relatar todas las anécdotas interesantes del encuentro, pero creo que recordaré una historia de Claudio sobre Warren Buffet.
La historia apócrifa cuenta que cuando Warren Buffet se hizo cargo de la empresa Berkshire Hathaway, llamó a un consultor para que le asesorase sobre qué tenía que hacer para mantenerla a flote en los difíciles tiempos que corrían. Al parecer, el consultor le dijo simplemente: «levántese una hora antes que los demás, haga una lista de las cosas que tiene que hacer, priorícelas según su importancia, empiece por la primera y no pase a la siguiente hasta que no haya terminado con la anterior«.
En verdad sería un buen consejo, si fuese posible llevarlo a la práctica… La realidad es que uno empobrece debido a la cantidad de tiempo que necesita de dedicar a actividades que no aportan ningún valor.
Yo creo que apenas soy propietario del 20% de mi tiempo, el otro 80% no lo controlo y consiste en actividades inevitables pero que no sólo no aportan ningún valor a mi vida sino que muchas veces lo destruyen, a saber:
•  Cumplimentar burocracia.
•  Cumplimentar más burocracia.
•  Revisar el correo.
•  Hablar por el móvil.
•  Poner por escrito algo que ya le he dicho a alguien de palabra.
•  Explicar en palabras algo que previamente he puesto por escrito.
•  Vigilar los estados financieros y bancarios.
•  Luchar contra esas incómodas pequeñas averías tecnológicas.
•  Cruzar los atascos de tráfico.
•  Soportar los retrasos aeroportuarios.
•  Reponer consumibles que se han agotado.
•  Presionar a clientes caraduras para que paguen.
•  Mediar en conflictos interpersonales de los empleados.
•  Tranquilizar a personas histéricas que están poniendo en riesgo la situación.
•  Pedir disculpas por algo que ha hecho mal un tercero.
•  Re-leer lo que otra persona ha escrito.
•  Re-hacer [bien] lo que otra persona debería haber hecho.
•  Espolear a individuos vagos y negligentes.
•  Persuadir a alguien de que compre algo que realmente necesita.
•  Argumentar la persuasión con toneladas de datos indiscutibles.
•  Relacionarme socialmente con personas que no me caen bien.
En realidad, el truco para alcanzar la prosperidad no está en decidir lo que vas a hacer, sino en decidir lo que NO vas a hacer. Eso se llama estrategia: sacrificar unas cosas para ganar otras.
Dejar que algunas cosas se pudran es un poco duro al principio, pero con el tiempo se adquiere el hábito. La primera vez que uno recibe una multa de tráfico, se asusta y corre al banco a pagarla. Hasta que te das cuenta de que es mejor no hacerlo. Primero por una cuestión de justicia, y segundo porque si no haces nada la acabarás pagando igual [o no] con la diferencia de que habrá un ahorro de 2 horas en gestiones de pago. Es cuando te acostumbras a usar la papelera como archivo permanente para las multas, que estás empezando a dar pasos en la dirección correcta sobre la gestión estratégica de tu tiempo.

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