El poder de la pérdida de información

Una vez perdí una apuesta con un cliente: me desafió a presentarle un sistema informatizado de facturación que fuese más eficiente que el que tenía. La prueba de fuego consistiría en medir cuanto se tardaba en modificar una factura errónea, y en ella mi sistema informático perdió estrepitosamente contra un bote de Typex y un apunte a boli.
Eso es porque las cosas más práctica amenudo son también algo chapuceras.
En el viejo HTML 3.2 para meter una negrita simplemente escribías:
<b>negrita</b>
luego se inventó
<strong>negrita</strong>
que ya era 10 letras más largo,
y en sistaxis moderna habría que escribir en otro fichero algo como
<style>.negrita { font-weight:bold;} </style>
y luego
<span class="negrita">negrita</span>
Y todo ello por el muy loable propósito de separar el contenido de la presentación. Pero ¿hasta qué punto una negrita es digna de tanta complicación?
Algo similar pasa con muchas facetas organizativas: cuanto más estructurado, y pensado y repensado está el ERP de turno, más engorroso e impráctico resulta de utilizar. Los ERPs substituyen el clásico mail de: «Pedro, manda un camión mediano como todos los viernes a recoger la mercancía de Áridos Llanera S.L.» por un complejo formulario donde figura: dirección de recogida (con 10 campos), datos facturación, tipo de transporte, descripción de la mercancía, peso, nº de bultos, etc.
El gran triunfo de los algoritmos como Google o JPEG es que aceptando un pequeña pérdidas de información se pueden obtener grandiosas ganancias en eficiencia de proceso de la misma.
Eso es justamente lo que los directivos de nueva generación debe aprender a explotar. En lugar de obsesionarse con metrizar, medir y optimizar todos y cada uno de los procesos, deben permitir que la información fluya sin trabas ni excesiva burocracia, y al mismo tiempo, diseñar procesos que sean capaces de encontrar y extraer lo que se necesita en cada momento del torrente de datos de la empresa.
La táctica clásica para combatir la descoordinación, la desinformación y el desorden ha sido la burocratización. En forma de normas que prohibían poner tags <b> en los archivos y establecían una política de uso obligatorio de un repositorio de estilos corporativos mantenido por un amo del calabozo. Pero la burocratización es una táctica claramente obsoleta e inferior ahora que simplemente podemos seguir usando esos prácticos <b> y, caso de llegar a ser necesario, buscarlos y reemplazarlos por fuerza bruta por otra cosa rápidamente

Compartir:
  • Twitter
  • Meneame
  • Facebook
  • Google Bookmarks
Esta entrada fue publicada en Casos Prácticos. Guarda el enlace permanente.