Por qué dejé Microsoft

Esto es el ensayo #41 del sitio web de Scott Berkun, lo reproduzco aquí completo y tan fielmente como he podido traducir, sin agregar ni quitar nada.
Mayo de 2005.
Mis razones para dejar Microsoft fueron las opuestas por las cuales fui a trabajar allí. Llegué a Microsoft como un chiquillo asustado recién salido del colegio. Estaba desesperado por empezar una nueva vida, y librarme de mis deudas. Durante mi último año, me entrevisté con todas las empresas de software que pude encontrar y fui rechazado por todas y cada una de ellas. Cuando me gradué no tenía dónde ir, de modo que me alojé en el apartamento de mi novia. Mis amigos se fueron a otras ciudades para empezar su nueva vida adulta, o tragaron más orgullo del que yo era capaz de tragar y volvieron a casa de sus padres. Pronto, mi novia se fue en verano a estudiar al otro lado del mundo, a Australia. Mi única compañía era mi perro Butch. Vivíamos en plan cutre juntos: noodles de ramen y huesos de perro. Yo pagaba los recibos escribiendo capítulos para libros técnicos y artículos para revistas.
Durante años había estado siguiendo el plan que habían trazado para mi: ir al colegio, ir a la universidad, buscar un empleo. Desde el primer día en el parvulario, siempre había un siguiente paso esperándome. Las elecciones eran sencillas y seguras: qué clases, qué actividades, qué universidades. Pero una hora depués de mi graduación, sentado solitariamente en un apartamento vacío de la calle Beeler de Pittsburgh, ya no había más elecciones previamente preparadas para mi. No había nada. Afrontaba mi futuro como una especie de vacio por primera vez, y esta aterrado. Nunca había entendido dicho vacio, a pesar de haber visto sus efectos en amigos de más edad que yo y en mi propio hermano mayor.
Así que en julio, cuando fui invitado a Seattle para una segunda oportunidad en Microsoft (me habían rechazado la primera vez) aquello fue como un envío divino. Nadie más me estaba llamando. La noche antes de mi entrevista, demasiado nervioso para dormir, conduje mi Geo Metro por todo Seattle. Las largas hileras de pinos y las amplias y limpias calles me miraban a mi, un chico criado en Queens, como si fuesen un pais extranjero. Todo en Seattle era ordenado y seguro, y ¡tan tranquilo! Conduje despacio a través de la noche, asustado de meterme en problemas sólo por estar allí. Antes de dirigirme al hotel, pasé por el campus de Microsoft, una fila de edificios de 3 pisos sobre suaves colinas y rodeados de bosques y campos deportivos. Me detuve en un campo de baloncesto y salí del coche. Dudé si alguna vez volvería a ver algún lugar otra vez.
Tras un año en Microsoft, alrededor de 1995, ascendí a program manager en el proyecto de Internet Explorer. Me pagaban bien por liderar a un grupo de gente inteligente en el desarrollo de un software usado por millones de personas. Algunos de los sueños que tenía como estudiante de informática, la idea de diseñar algo que mucha gente utilizara, se había hecho realidad.
Antes de darme cuenta, estaba sobre los veintitantos años, me ascendieron a team leader, y fui recompensado por ser tan inteligente y creativo como podía llegar a ser.
Pronto, mandaba sobre otros, y años más tarde tendría el rol de enseñar a otros ingenieros lo que había aprendido.
Pero cuando iba a cumplir 10 años en Microsoft, sentí el retorno del mismo vacío que había sentido el día de mi graduación. Esta vez el vacío no era debido a lo que había fuera de mi, sino a lo que pasaba dentro. Me cuestioné lo que estaba haciendo con mi tiempo en el planeta. Los sueños de mis años de estudiante se habían cumplido y, si no hacía grandes cambios pronto, sabía que me encontraría haciendo lo mismo repetitivamente. Había otros desafios que quería, y me volví aterrado acerca de la idea de pasar mi vida como un triste y confundido pájaro de presa, volando en círculos sobre el mismo territorio una y otra vez, sin entender nunca porqué no había nada nuevo que buscar. Necesitaba una nueva situación en la que saltar y, a pesar de lo que decían mi jefe y mis compañeros, sabía que no podía hacerlo allí. Tenía que moverme. Me sorprendió que a pesar de ser 10 años más viejo, mis miedos acerca de lo desconocido fuesen igual de espeluznantes que antaño. Pero cuando puse mis miedos a quedarme en la balanza frente a los de irme, me decanté por los de irme y así lo hice.
Así que elegí dejar Microsoft no tanto por escapar de un lugar particular o un grupo de personas, sino más bien para buscar un nuevo entorno de circunstancias en las que vivir. Justo como busqué Microsoft para escapar de mis miedos de post-graduado, busqué irme de Microsoft no para crear un vacío, sino un nuevo espacio para crecer. Un espacio de mi propia elección. Corrí hacia Microsoft para escapar de mi miedo al fracaso. Me fui para definir mi propia idea del éxito.
Saqué de mi interior al maltrecho escritor, y los ensayos a medio escribir, y planifiqué una vida alrededor de la escritura de cosas, que era el más profundo, aterrador y genuino sueño que tenía. Cuanto durará no lo sé. El éxito como escritor es más duro de alcanzar que con el software pero ya ha pasado más de un año y aún no he echado la vista atrás.

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