José Luis me invitó a leer este fin de semana el ensayo de Paul Graham Is it worth being wise? en el cual habla de la relación entre la inteligencia y la sabiduría.
Estoy básicamente de acuerdo con el planteamiento de Graham, por ejemplo, dice que la sabiduría es algo que tiene que ver en gran parte con el caracter mientras que la inteligencia se cultiva de forma similar a cómo se cultivan los músculos.
Yo me he dado cuenta de que no sirve de mucho leer un libro de matemáticas si no te molestas en hacer los ejercicios. Tampoco sirve de mucho leer un libro de programación si no empleas largo tiempo escribiendo programas. La sabiduría que puede dar un libro de programación sencillamente no sirve para resolver un problema en la forma en la que la práctica puede desarrollar la inteligencia para hacerlo.
Pero en este post quiero ocuparme de otro tema que llamó tiempo atrás mi atención: ¿porqué las personas inteligentes hacen estupideces?
La primera referencia del tema la obtuve de uno de esos libros de psicología para lerdos que se pueden comprar en los aeropuertos, el libro describía, empero, un concepto notable el cambio emergente de actividad.
A ver, un cambio emergente de actividad es, básicamente, hacer una gilipollez. Cruzar de noche sin luces un paso a nivel sin barrera es un ejemplo de cambio emergente de actividad.
Existen múltiples casos en los que personas inteligentes se perjudican a si misma con estos cambios emergentes de actividad.
En los programadores, un cambio emergente de actividad frecuente es copiar los programas de una máquina a otro y dar por sentado que todo va a funcionar a la primera como si tal cosa.
Otro hábito muy típico es la ira. El individuo es alguien capaz, competente, trabajador, sereno, hasta que de vez en cuando explota con una deflagración termonuclear, biotóxica y química.
La ira ha sido tan mal vista que hasta se ha creado la disciplina de la inteligencia emocional aplicada a las empresas. Personalmente no siento ningún respeto por los principios de la inteligencia emocional en la empresa. No porque no crea que la inteligencia emocional clásica es importante (aquella que dice que debemos enseñar a las personas a reconocer sus emociones y las de los demás) sino porque en el ámbito de la empresa la inteligencia emocional ha hecho más daño que beneficio propiciando el ascenso de personas con tacto y hábiles en sus relaciones sociales pero decididamente incompetentes en todo lo demás. La inteligencia emocional ha sido en los últimos años el arma perfecta del trepa del traje gris.
También es porque ahora en nuestros tiempos lo que se lleva es despreciar todas las cosas del pasado, hasta las que funcionan. Y la sabiduría es una de esas cosas rancias y vetustas. Ahora, con el paso del tiempo, ya no se hace uno sabio, simplemente se convierte en un abuelo cebolleta.
Inteligencia, sabiduría y estupidez
Esta entrada fue publicada en Software Libre & Educación. Guarda el enlace permanente.