La importancia de no pifiarla nunca

Hellraiser
Esta mañana José Luis envió un correo invitándonos a leer el post confianza y metodologías ágiles de Joserra, reivindicando la Confianza como pilar fundamental en las relaciones humanas y empresariales, frente a la obsesión por el control de procesos.
José Ángel Chico, le respondía poco después que Jack Welch (ex-CEO de GE) defiende en su último libro, Winning que para que una empresa funcione, la sinceridad [para admitir errores] debe parte fundamental de la cultura de la empresa.
No es muy difícil darse cuenta de que para destruir cualquier organización basta con quebrar la confianza entre los socios. Si uno no de fia del otro ¡Adios! ya se puede ir apagando la luz.
Pido permiso de vuecencia para apretar el gatillo, por favor
Pasada ya la media noche, leía en la portada de la edición impresa 6.193 de El Mundo que España rechaza el plan de Bush para Afganistan. El ministro de defensa José Antonio Alonso declaró que «España no perderá el control de sus tropas […] en base a la racionalidad democrática y al sentido común, los soldados españoles acudirán en socorro de las fuerzas aliadas en caso de emergencia, entendiendo como tal la evacuación o rescate de heridos, pero no la participación en enfrentamientos armados […] Además estos movimientos extraordinarios siempre tendrán que ser expresamente autorizados desde Madrid. La luz verde la encenderá, en su caso el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD)».
Y así tenemos al capitán de una compañía de soldados españoles en la Base de Herat, que recibe una petición de auxilio y se tiene que poner inmediatamente en contacto con el coronel de la base, para que llame al JEMAD con tres horas y media de diferencia horaria para que autorice si salen a socorrer a fuerzas aliadas que están sufriendo bajas bajo fuego de mortero, y, ademas, aclarar si disparar contra los morteros se considera participar en un enfrentamiento armado».
Y todo porque no se deposita ni la más mínima confianza en el oficial al mando sobre el terreno que es el único que está en contacto con la situación y tiene la mejor información para tomar decisiones.
Es bastante duro tener un trabajo donde cada vez que te equivocas te traen un joven veinteañero metido en una bolsa de plástico. Pero es aún peor tener que enfrentarse a ello con un jefe que no te deja ni desenfundar tu arma reglamentaria para encañonar al enemigo.
Si tanto le preocupa el control al ministro, me pregunto porqué no le ha dejado su número de móvil a los soldados destacados en Afganistán, para que le llamen inmediatamente en caso de duda saltándose el conducto reglamentario del JEMAD, habida cuenta de que realmente se trata de un caso de vida o muerte.
Algo similar pasa en muchas empresas, nadie mueve ni un dedo si el presidente no lo autoriza de forma expresa. Resultado, la empresa tiene un angostísimo embudo en la toma de decisiones. Sólo que en muchos casos esto ni siquiera es mandado del propio presidente, sino miedo de los propios subordinados a correr ningún riesgo por iniciativa propia.
Manejando la frustración
En el hilo de conversación que inició José Luis, comentaba que, en mi opinión la raíz última del problema es lo difícil que nos resulta a los seres humanos enfrentarnos a la frustración. Todavía no he visto ni un sólo libro de esos de autoayuda que se venden en los aeropuertos titulado «Supere su frustración». La frustración no es una función de lo que uno obtiene sino una función de las expectativas incumplidas que se tenían. Y los errores, a veces generan muchas frustración.
Defenderse es más fácil que atacar
Una regla general de la milicia, solía ser que defenderse es más fácil que atacar. Digo, sólia ser, porque últimamente, blindarse contra los atentados terroristas es prohibitivamente caro y virtualmente imposible y lo que se lleva son acciones relámpago donde lo principal es mantener la iniciativa bélica.
Pero eso no deslegitima el hecho de que en la vida, en general, es más cómodo no sufrir la molestia de tener que de ser la parte atacante. Sucede por ejemplo en una demanda judicial, donde (por la estructura de nuestras leyes, al menos) suele ser mucho más sencillo defenderse de una acusación que acusar a otro.
Así llegamos a la situación donde el hombre del traje gris sencillamente se queda sentado esperando a que el nuevo gerente superestrella que ha entrado en la organización cual elefante en cacharrería sé estrelle estrepitósamente contra un armario de peroles.
Incentivos y Castigos
Vivimos en un sistema donde los castigos por los errores son muy superiores a los premios por los aciertos. Me lo dijo una vez un comercial de herramientas de calidad de software: You need this tool because in this market, you do one good release and you get rich, but make just one bad mistake and you’ll be out of business.
Da igual la trayectoria profesional o la reputación que tengas, si metes la pata en algo gordo, estás muerto.
Eso es terriblemente injusto, el crédito personal debería funcionar más bien como una cuenta bancaria donde los aciertos sumaran y los errores mermaran el saldo. No como una ruleta rusa.
El coste de la burocracia
Sería la primera vez en mi vida que veo a un directivo intentar cuantificar el coste de un procedimiento burocrático antes de imponerlo. Se comete un error y hay caza de brujas, y luego en el proceso de «mejora» se llega casi invariablemente a la conclusión de que se requiere un nuevo procedimiento burocrático. Pero rara vez nadie se para a pensar cuanto dinero costará dicho procedimiento burocrático.
Las empresas están fritas a procedimientos burocráticos, avales bancarios, certificaciones de calidad, normativas que les imponen las administraciones públicas, regulaciones laborales, impresos, impuestos, registros documentales, actas notariales, auditorías contables, y tanto papeleo, que se necesita la misma cantidad de gente para gestionar el proceso productivo que para ejecutarlo.
Ayer cenaba con mi buen amigo Héctor Campillos de EQUIN quien me decía: «¿Te has percatado que en EE.UU. no existen los notarios? Sólo hay abogados». El fondo de la cuestión es que hoy día los notarios aportan poco valor, porque las únicas escrituras con validez legal son aquellas depositadas en los registros mercantiles y de la propiedad, y son los propios registradores quienes detectan la mayoría de los errores de forma. Para el 90% de los trámites cualquier funcionario público o privado actuando en calidad de fedatario podría hacer lo mismo que hace un notario por una fracción del coste.
Controlar los entregables, no los procesos
Existen organizaciones que son maquinarias perfectas de producir mediocridades de forma eficiente y ordenada. Que un proceso funcione bien no implica que el resultado sea bueno.
Con los programadores, harto estoy de decirles que dejen de obsesionarse con la metodología y que dediquen, en cambio, más tiempo a probar las cosas.
Yo entiendo que al jefe de las misiones Mars Climate Orbiter y Mars Polar Lander le entrasen ganas de coger el cuello del programador entre sus manos cuando las naves se estrellaron debido a errores informáticos tan burdos como mezclar unidades de medida métricas e inglesas.
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