Hace tiempo que tengo claro que Linux no se popularizará en el escritorio luchando de frente y por la fuerza contra Windows.
Como dice Benjamin Martin, el personaje interpretado por Mel Gibson en El Patriota: «es una mala idea ponerse delante de los casacas rojas ingleses a campo abierto».
Linux tiene que entrar en el escritorio por la puerta de atrás. Como una guerrilla y no como cuerpo de ejército organizado.
Un ejemplo muy bueno de este tipo de penetración me ha parecido el de Scott Granneman quien sugiere instalar Linux y luego correr Windows encima con un software de virtualización.
Tanto Intel como AMD están metiendo soporte para virtualización a nivel hardware con lo cual el coste de CPU se reducirá sensiblemente en un futuro próximo.
La virtualización tiene muchas ventajas. Granneman habla de la seguridad, pero yo creo que la mejora más importante es la administración remota de sistemas. Los sistemas como Microsoft Systems Management Server nunca han llegado a resolver realmente el problema de la gestión de la configuración de los PCs. Por eso se habla tan amenudo de nuevos intentos de network computing y de clientes ligeros más fáciles de mantener que los ordenadores con Windows.
Windows sobre Linux
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