El cazarrecompensas

He de confesar que llevo varios años trabajando de mercenario. Ahora que está de moda Star Wars III si me adjudicasen un personaje del guión probablemente me tocaría (contra mi voluntad) Boba Fett, ese siniestro cazarrecompensas que, como su padre Jango, vive de perseguir culpables o inocentes por cuenta del patrón que mejor pague.
Sólo que en informática el argumento es ligeramente diferente, y Fett no tiene el honor de morir en combate con un héroe rebelde sino que, tras un útil servicio, es discretamente ejecutado por traición al Imperio.
Quien lleva suficiente tiempo en trabajando como programador sabe que meritocracia es [normalmente] una quimera que raramente porque en la vida real suele ser substituida por una cortina de pretendida infalibilidad.
No sé cuantas veces he llegado a un cliente y he escuchado aquello de «aquí se hace todo por escrito». Lugares donde lo más importante no son la eficiencias que se generen como fruto del trabajo, sino ser capaz de mantenerse en el puesto sin resultar jamás implicado en ningún embrollo.
Es algo similar a la política: uno puede pasar por el gobierno como de puntillas, casi sin hacer nada en 4 años, y a la postre, resultar re-elegido con holgura. Pero si te salpica un hecho fortuito, como el hundimiento de un petrolero, el accidente de un avión, la corrupción de un banquero o los chanchullos de tu hermano, entonces estás irremediablemente quemado para siempre.
Algunos de los escenarios más comunes de las trampas laborales son los siguientes:
1) Tu jefe, el cliente o un compañero, te piden que te embarques en un proyecto kamikaze para alcanzar un objetivo de negocio supuestamente crítico. Recibes la promesas explícita de que tendrás apoyo y cobertura de las altas esferas si algo sale mal, pero, cuando el proyecto fracasa, eres elegido como cabeza de turco; todos los gerentes intermedios se alejan de ti como de la peste y acabas teniendo que actualizar tu C.V. por procedimiento de urgencia.
2) Te piden por teléfono o de palabra que hagas una pequeña modificación en un programa. Cuando se produce un desagradable efecto secundario de dicho cambio te cae encima una corte marcial por negligencia.
3) Te obligan a aceptar un plazo imposible. Cuando no lo cumples, o la calidad de los entregables es mala, se cuestiona tu capacidad directiva. Si intentas alegar que el plazo era demencialmente corto, recibes la respuesta de que eso ¡deberías haberlo dicho en su momento!
4) Los recursos que tenías comprometidos en un proyecto desaparecen o nunca llegan. De repente alguien te «roba» el servidor de pruebas o se cancela la contración prevista de personal.
5) El usuario añade en la especificación del proyecto toneladas de requisitos imprecisos, inútiles y sin ningún orden de prioridades. Cuando entregas el proyecto eres fuertemente criticado porque no hace ni la mitad de las cosas qu debería hacer.
6) El propietario del proyecto se empeña en forzar la introducción de cambios críticos de un día para otro. Cuando como resultado de la inestabilidad provocada por las constantes modificaciones, el producto falla a diario, se te hace responsable de la inaceptable tasa de errores del programa.
Dejando a un lado a Dilbert, el libro más brutalmente realista que he leído sobre estos tópicos es Death March de Edward Yourdon. Me lo regalaron los empleados de KnowGate en el 2002 y contiene algunos capítulos magistrales con títulos como negotiation games.
La tesis principal de este libro de Yourdon es que es imposible convencer a un cliente empecinado sobre la infactibilidad de un proyecto al inicio del mismo. En lugar de eso hay que establecer muchos pequeños hitos de proyecto, cuantos más mejor, y reunir constantemente pruebas documentales de que no se están alcanzando.
En un proyecto de 6 meses esto se traduciría en poner el primer hito al cabo de 7 días. Es muy difícil producir ningún entregable en la primera semana de un proyecto, de modo que si la primera entrega se retrasa 3 días y se extrapola tal desviación para el proyecto completo, dentro de las primeras dos semanas ya tendremos un argumento para defender que el proyecto tardará probablemente 9 meses y no 6.
Existen decenas de estos trucos de equilibrista que los profesionales curtidos emplean en la venta y posterior ejecución de proyectos.
No obstante, iría siendo hora de que se reconozca el valor de quienes toman iniciativas, frente a quienes simplemente visten el traje gris y se cubren las espaldas o si no, como le sucede al Coronel Terry Childers en Las Reglas del Compromiso, el sistema seguirá perdiendo a las personas más valiosas por motivos puramente políticos.

Compartir:
  • Twitter
  • Meneame
  • Facebook
  • Google Bookmarks
Esta entrada fue publicada en Casos Prácticos. Guarda el enlace permanente.