Medios técnicos para la revolución democrática

Cuando heredé La Pastilla Roja de Alfredo y Juantomás me propuse no verter opiniones infundamentadas ni hablar de política. Más de diez años han pasado desde entonces, y creo que ha llegado la ocasión de tomarme una licencia para opinar sobre cómo me parece que hay que organizar la próxima revolución.

Necesitamos una revolución. No voy a gastar espacio describiendo la situación política y social actual —que todos conocemos—. Hay mucha gente quejándose y criticando y poca gente proponiendo soluciones factibles. A mi me parece que las soluciones revolucionarias deben apalancarse en las nuevas tecnologías. He aquí mis razones:

El defecto inherente de la partitocracia

La partitocracia es un modelo condenado a corromperse. El presidente, sea quien sea, necesita garantizarse el apoyo de los barones de su partido, y eso lo hace comprando lealtades hasta formar una Cosa Nostra interna. Cada vez que aparece un nuevo partido, sea del signo que sea, no pasa nunca mucho tiempo antes de que empiecen a dimitir fundadores acusando a otros fundadores de falta de democracia interna. Los últimos experimentos de regeneración han intentado basar la toma de decisiones en asambleas. El problema de las asambleas es que muy fácilmente producen un marasmo en la toma de decisiones y no pocas veces se convierten en un puñado de gente esperando a que otros se callen para hablar de lo suyo, creando una serie de monólogos sucesivos en los que nadie está escuchando realmente a nadie. Napoleón Bonaparte se refirió al fenómeno asambleario con la sentencia: «Si quiero solucionar un problema, un general. Si no quiero solucionarlo, un comité».

Hay, en mi opinión, dos formas de revolucionar la democracia. La primera requiere de un grado de responsabilidad personal y conciencia social que creo que no tiene todavía suficiente gente. La segunda es el ejercicio de la democracia directa mediante el empleo de las nuevas tecnologías, de la siguiente manera:

La representatividad y el proceso legislativo

La falta de representatividad del Gobierno y la violación sistemática de la soberanía popular se solucionan permitiendo que cada ciudadano pueda votar individualmente a favor o en contra de cualquier ley y tal voto debe ser vinculante para el Gobierno. Esto es infactible mediante los procesos electorales convencionales, pero es perfectamente posible votando por Internet, o en kioskos, con un DNI electrónico. Los ciudadanos no tienen tiempo para estar votando todos los días a favor o en contra de iniciativas que puede que no entiendan o que les importan un bledo, por ello un ciudadano debe de poder delegar su voto temporalmente en otro. Este proceso de delegación debe ser piramidal, un delegado debe poder delegar sus votos en un superdelegado y así sucesivamente. La clave es que cada ciudadano pueda revocar su delegación de voto en cualquier momento, o votar puntualmente a favor o en contra de una iniciativa independientemente de lo que vaya a votar su delegado.

Este sistema sustituiría la partitocracia por una karmacracia en la cual los delegados tendrían que estar constantemente reuniendo apoyos para mantener su cuota de poder. La retribución a los representantes podría hacerse en función del número de ciudadanos que les hayan delegado su voto, de forma directa o indirecta a través de otros delegados.

En vez de proyectos de ley, sería más propio hablar de causas. Debería ser posible que cualquier ciudadano inicie una causa y busque apoyo para ella. La necesidad de apoyo popular para las causas cerraría, además, la vía del decreto-ley tan abusado en nuestros días.

Seguiría siendo necesaria cierta estructura parlamentaria, alguien tendría que coordinar la causas para que no se aprueben leyes duplicadas o contradictorias. El crowdsourcing require sus propias regulaciones para funcionar de forma eficiente. E incluso debería haber alguien con capacidad de rechazar aquellas iniciativas populares que sean infactibles por mucho que a la gente le gustase llevarlas a la práctica. Conviene recordar que estamos viviendo en España la primera revolución reaccionaria. Revoluciones ha habido muchísimas a lo largo y ancho del globo durante toda la historia, pero creo que es la primera vez en la cual la gente se manifiesta no para que cambie algo sino para que todo vuelva a ser como era en un país que, más que un estado de bienestar, gozaba de un estado de beneficencia.

La soberanía popular real no es ninguna garantía de que se vayan a solucionar los problemas. Como hombre-masa podríamos ser aún peor gobernándonos a nosotros mismos de lo que son los gobernantes actuales. Pero al menos nadie podría excusarse argumentando que le estafaron con el programa electoral y que por consiguiente la culpa no es nuestra.

La independencia del poder judicial

Hay que separar completamente a los jueces de los políticos y dotar a la justicia de medios técnicos muchísimo mejores. Sólo puedo calificar el funcionamiento operativo de un juzgado español de demencial. Los que trabajan en ellos me parecen unos auténticos héroes. El papeleo y la burocracia son peores que la más delirante distopía de Kafka y me resulta incomprensible por qué siguen tan tecnológicamente atrasados cuanto hoy en día no sería necesario ni un solo papel para gestionar la justicia.

Los jueces deberían ser completamente independientes de los parlamentarios. Independientes hasta el punto de gestionar su propio presupuesto y que los ciudadanos votasen por el modelo de justicia que desean y decidiesen cuánto quieren gastar en ella sin que ese dinero pasase por ningún ministerio controlado políticamente. Por supuesto, independizar completamente a los jueces y otorgarles la capacidad de elaborar y gestionar sus propios presupuestos trasladaría la corrupción de los parlamentarios a la judicatura. Alguien tendría que fiscalizar la actuación de los jueces, y, si no puede ser el poder legislativo quien ejerza dicho control, entonces lo único que se me ocurre es recurrir al control mediante otro organismo independiente, quizá de estilo militar.

Las fuerzas armadas

Cada día crecen las opiniones antimilitaristas, y por buenas razones, el progreso técnico nos ha dotado de un inmenso poder destructivo. La II Guerra Mundial fue una pesadilla peor de lo imaginable, y eso fue antes de que se inventaran armas muchísimo más temibles. Mas todas las grandes potencias siguen invirtiendo en gasto militar ¿por qué? No creo que sea sólo por oscuros intereses sino que existen buenas también razones sociales además de la seguridad nacional. Los ejércitos han sido importantes fuentes de innovación y, más importante todavía, hay que recuperar la conciencia de la autodefensa. La cultura del rifle norteamericana es terrible pero tiene como ventaja que cada cual asume que es el responsable de defenderse él mismo, debido a que hace ya varios cientos de años los estadounidenses aprendieron que delegarle la defensa de tus intereses a un tercero sólo sirve para que éste se convierta en el primero que te roba.

En el ejército español actualmente tres de cada cuatro euros de presupuesto se dedican a pagar nóminas. El presupuesto para misiones internacionales no alcanza ni de lejos los 1.000 millones de euros. Las fuerzas armadas no son sostenibles en su estado actual, y resultarán inoperantes en una era en la que la superioridad técnica es crucial para la victoria.

Las autonomías

Si mal no recuerdo, fue el ex ministro Pedro Solbes quien se refirió al Estado de las Autonomías Español como el Sodoku Autonómico. Yo nací en Barcelona y aprendí a hablar catalán antes que español, y, aún así, me cuesta entender el fervor nacionalista. La única razón convincente que he hallado para justificar las demandas independentistas es que una comunidad de 4 o 5 millones de personas se puede gestionar más eficientemente que una de 40 o 50 millones. Como ejemplo, los nacionalistas suelen citar a los países nórdicos, y, concretamente, Islandia como caso de estudio de reforma constitucional basada en crowdsourcing, encarcelación de ex-gobernantes y abandono de bancos a su suerte. Es probable que el argumento de que existe un tamaño óptimo para una comunidad sea cierto, debido a que si las mismas políticas tiene que aplicarse a demasiada gente entonces muchas personas resultarán afectadas por leyes poco idóneas para ellas. Pero es que esa es precisamente la justificación para la delegación de competencias autonómicas que ya existe. Además, no hay que olvidar que en Estados Unidos algunos estados como Nevada o California (con 1,5 el PIB de España) quebraron y salieron adelante gracias a la inyección de dinero federal. Y en España el rescate del gobierno a los ayuntamientos en 2013 sirvió para pagar a muchos proveedores. Tener un gran tamaño también puede ser una ventaja. Por último, ni siquiera el argumento esgrimido en Escocia me parece válido. Se supone que hay una gran cantidad de petróleo en el Mar del Norte. Los independentistas proponen, básicamente, extraer ese petróleo y repartir sus beneficios en forma de gasto social, pero ¡un momento! ¿no era eso lo que iban a hacer Venezuela los chavistas?

Los nuevos desafíos sociales

Debemos fijarnos también en los nuevos fenómenos derivados de la rapida evolución tecnológica, en mi valoración, los siguientes:

1. Exigir que la gestión nacional y supranacional se atenga a criterios de sostenibilidad.

2. Gestionar el envejecimiento de la población.

3. Instaurar auténtica transparencia en el funcionamiento institucional.

4. Garantizar la privacidad de los ciudadanos, tanto frente a empresas privadas como frente a los propios gobiernos.

5. Proteger a la población de los abusos de los oligopolios.

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