La trampa mortal del crecimiento en la que todos hemos caído alguna vez

Todas las escaladas alcistas rebotan tarde o temprano contra un techo de cristal. Lo peligroso de este techo es que no puedes verlo mientras te acercas a él. Sólo te das cuenta de su existencia cuando te golpeas bien duro en la cabeza contra el mismo. ¿En qué consiste la trampa? Veamos como ejemplo el gráfico de cómo cayó en ella el Estado Español, pero es algo que le puede suceder a cualquiera y, de hecho, sucede con mucha frecuencia en las empresas.

Evolución de Ingresos y Gastos en España 2001-2013
Fuente: GURUSBLOG

El error es bien fácil de ver (a posteriori) y consiste en prolongar mentalmente de forma indefinida una línea diagonal ascendente.

La historia suele ser como sigue: una start up empieza a vender un producto con mucho esfuerzo a pequeños clientes innovadores. Un buen día por fin aparece un adoptador temprano de gran tamaño y con mucho poder de compra. Puede ser que compre directamente (B2B) o que aporte un canal del ventas muy potente (B2C) mediante un acuerdo de comercialización. De repente, los ingresos de la empresa empiezan a crecer vertiginosamente. Y, como provenía de una situación previa en la que la caja era muy escasa, el cash burning rate es bajo y se genera una liquidez sin precedentes en la historia de la compañía. En este punto el presidente se emociona y anuncia a bombo y platillo la inaguración de la etapa imperial de la empresa. Se sube el sueldo a los empleados, se alquilan flamantes oficinas, se amplía el equipo técnico para mejorar el servicio, todo el mundo recibe un carísimo portátil de última generación, se subcontrata a asesores de relaciones públicas, se recluta a un ejército de comerciales para replicar el caso de éxito y se sirve caviar Beluga triple cero con Dom Perignon en la fiesta de corporativa de Navidad. Pero el error no es tanto el despilfarro puntual como el incremento de gastos fijos ineludibles en el futuro.

El Estado construyó infraestructuras sin calcular bien que, además de pagar su coste de creación, debería asumir el coste perpétuo de mantenerlas. Y no hubiera sido tan malo si las infraestructuras se hubiesen construido con dinero en efectivo, pero, además, se construyeron con créditos a veces a 30 años (una cantidad de tiempo totalmente desproporcionada para un préstamo a una administración pública). Análogamente, la empresa puede acometer su etapa imperial con líneas de crédito o con capital riesgo (que es el dinero más caro que se puede pedir prestado). Las líneas de crédito estrangularán a la empresa en un plazo de 12 meses cuando llegue su vencimiento y no haya dinero para liquidarlas. Nunca hay que financiar el crecimiento con líneas de crédito. Y el capital riesgo endurecerá de forma insoportable las condiciones para los fundadores en el caso de que no se cumplan los objetivos de venta.

La regla del dedo gordo para evitar caer en esta trampa es que cuanto mejores sean los resultados financieros más hay que controlar la racionalidad del gasto y su potencial de generar un buen retorno de inversión. No hay que preocuparse en exceso por tener dinero ocioso. El dinero que permanece ahorrado a la espera de una buena oportunidad no está ocioso y el retorno de una buena oportunidad cogida justo a tiempo compensará con creces a quien supo esperar. Las oportunidades realmente buenas sólo se presentan una vez cada varios años, luego el dinero puede permanecer bastante tiempo parado, no pasa nada.

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