Hace ya algún tiempo que tenía la idea intuitiva de que lo que la gente lee habitualmente es diferente de lo que comparte habitualmente. Pero ahora que lo corrobora la científica de datos de bit.ly Hilary Manson pues mi hipótesis ad hoc pasa al status de modelo.
La falta de correlación entre lo que se lee versus lo que se comparte es relevante porque la información sobre lo que se comparte se usa para predecir gustos y tendencias. Pero si resulta que a la gente realmente no le interesa realmente mucho lo que comparte, entonces los sistemas de predicción del comportamiento están seriamente sesgados.
Los internautas comparte fundamentalmente contenidos de 4 tipos: 1º) los que son rabiosamente nuevos, 2º) los que denuncian una injusticia social, 3º) los que promueven una causa, 4º) los que son graciosos, y 5º) los que les posicionan socialmente por encima de sus lectores. Sin embargo, pocos internautas profundizan mucho en el conocimiento de las raices de un conflicto social o en los secretos culinarios del restaurante desde donde twittearon los platos uno por uno según les iban llegando.
Es por eso que las empresas suelen tener un fan-out de salida viral tan bajo, dado que rara vez cuentan algo realmente nuevo, ni escandaloso, ni divertido, ni de lo que se pueda presumir.
Los contenidos que la gente más lee, por otra parte, son aquellos que les hacen sentirse identificados y que sintonizan con sus problemas inmediatos y cotidianos. Pero los comparten menos bien porque piensan que no serán interesantes para otros bien porque les da vergüenza confesar públicamente sus vicisitudes.
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