Pleitos con el diablo

Deal with the devil: Agree or you are gone Nova Spivak ha escrito un par de entradas en su blog aprendiendo de un pleito espurio y su secuela 10 trucos de supervivencia para emprendedores en los que narra cómo perdió su empresa Radar Networks y a renglón seguido fue demandado por uno de sus inversores.

La historia es una mezcla entre lecciones de gestión de relaciones con el capital riesgo y recomendaciones para entablar contiendas por la via judicial. En EE.UU. ser objeto de una demanda legal es algo muy habitual. Tanto que a los residentes en el Área de la Bahía a veces se les puede encontrar bromeando en un pub acerca del juicio de turno que han tenido en la semana. En España, en cambio, un litigio se percibe como algo mucho más serio, y es fácil que la reputación de una empresa se pueda ver afectada sólo por el hecho de tener unas incidencias judiciales que en EE.UU. son el pan nuestro diario de todos contra todos.

Voy a intentar adaptar un poco la experiencia de Spivak (y la mia propia) a la realidad hispana por si alguien puede sacar algún provecho en camisa ajena de ellas.

1) Darse un ostiazo empresarial no tiene nada de romántico. Se recupera uno, ciertamente, pero puede llegar a ser bastante traumático hasta para el más curtido. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los emprendedores basan su valor como personas en su capacidad para generar riqueza, empleo, y beneficios sociales para el conjunto de la población. Cuando el proyecto de desarrollo económico y social se destruye el emprendedore se queda temporalmente vacio y más malherido que si hubiese sufrido cualquier otra calamidad.

2) Crecer yendo a por rondas A, B, C… y todo el abecedario es una carrera frenética. Incluso los emprendedores que conozco quienes tuvieron éxito en la estrategia de crecer a base de rondas sucesivas de financiación comentan que lo próximo que montarán (o han montado ya) es una lean startup. Por otra parte, no conozco personalmente a ningún emprendedor cuya empresa haya pasado por 4 ó 5 rondas de inversión y siga trabajando en ella.

3) El inversor más corderito tiene los dientes más largos que el Tiburón de Spielberg. Esto es porque padre y madre sólo hay unos y, desde luego, los inversores no son el padre ni la madre de nadie. Están ahí por el dinero, y sólo por el dinero. Sin acritud, como dice el refrán: «no es nada personal, sólo negocios».

4) No asociarse con temerarios. O, al menos, vigilarles muy de cerca. La prudencia es la mejor compañera del coraje. Y si en el punto 3 la consigna era «cuidado de quien tomas prestado». En este es «cuidado con quien lo gastas». Spivak cuenta de Twine que tenían una buena idea, un buen equipo, un buen mercado y buenos inversores, y mordieron el polvo. Hicieron todo aparentemente bien y salió mal. Y esos son los emprendedores responsables, porque hay otros que tienen una idea pajarera con la que creen que se van a comer el mundo y para ello pueden poner en práctica planes y medios que son auténticas burradas.

5) Los detalles de los contratos legales son importantes. Y, además, la mayoría de los contratos están mal redactados. Los abogados y los oficiales de las notarias también meten «bugs» en los documentos que redactan. Nunca firmar precipitadamente un contrato hasta que no se haya revisado y re-revisado concienzudamente. Esto no implica que las cláusulas del contrato sean draconianas. Sino simplemente que esté bien redactado. Las ambigüedades más comunes suelen ser fechas y cantidades que no se especifican y también que no se explique que se hará ante «averías e imprevistos». En general, para cada cosa que el contrato especifique que se va a hacer debe especificar también cómo se va a deshacer. Los inversores más veteranos suelen tener bastante experiencia en la redacción de las cláusulas legales, tanta, que en un contrato te puedes encontrar explicado que pasará con las participaciones si uno de los socios casado a gananciales se divorcia en medio de la aventura empresarial.

6) Mantener la calma y asesorarse. Las notificaciones judiciales asustan cuando uno no está habituado para nada a ellas. La justicia suele ser lenta, y hay un dicho de abogados afirmando que «un mal acuerdo es mejor que un buen juicio». De modo sea lo que sea lo que vaya a pasar no pasará mañana y, además, existe probablemente una posibilidad de solucionarlo de forma extrajudicial o incluso quizá de pasar al contraataque.

7) En la medida de lo posible, ponerse siempre en una posición en la que sólo haya que defenderse. Es más costoso ser la parte demandante debido a que la justicia funciona bajo la presunción de inocencia. No asustarse porque las pretensiones de la otra parte sean un despropósito. Pedir por pedir el demandante puede pedir cualquier cosa, pero que pueda defenderlo en un tribunal es asunto bien diferente.

8) En España la justicia es rogada. Esto significa que no sólo hay que explicarle al juez lo que ha pasado sino también lo que uno quiere que el juez haga al respecto. Es con este mecanismo como, por cierto, el Estado negocia a veces con los violentos, ya que el juez no puede imponer el imputado una condena mayor que la solicitada por el fiscal y éste, a su vez es un cargo nombrado por el Gobierno, pero esa es otra historia… Ricardo Galli le escuché en 2008 explicar III Congreso Software Libre Comunitat Valenciana como había sufrido un ataque de hackers malintencionados y habiendo presentado una demanda «por daños» le fue desestimada porque el juez entendió que asaltar un servidor no podían considerarse «daños físicos».

9) Si hay que cortar, hacerlo rápido y profundo. Es parte del trabajo de un líder infundir optimismo, pero perder tiempo dilucidando si hay crisis o desaceleración es un craso error. Hay que trabajar con la hipótesis de que una situación mala se pondrá peor y tener en cuenta las cosas que hay que hacer si se recibe un disparo.

10) Convertir los limones en limonada. Bill Gates dijo en una ocasión que «el éxito es un mal maestro, porque le hace a uno tener la sensación de que sabe lo que está haciendo». Hay un sabio comentario de la esposa de Spivak quien le dice que no puede pretender cambiar el mundo sin sufrir algunos contratiempos.

Y una última advertencia: nunca, jamás ni bajo ningún concepto hacer nada que sea ilegal. Jugando al fútbol correr detrás del adversario soplándole la oreja o empujarle un poco cuando el árbitro no te ve es legal, rajarle de un navajazo, no. Yo realmente he conocido tipos que vivían en la dinámica de esa película de Sidney Lumet, intentando hacer algo antes de que el diablo supiera que han muerto, y cuyo final es inexorablemente trágico.

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