El emprendedor descuartizado

Uno de los libros que cualquier persona debería leer en su vida es la Rebelión en La Granja de Orwell. Y, particularmente en lo que atañe a emprendedores, el personaje del caballo Boxer alegórico de Alekséi Stajánov, animal que, engañado por el cerdo Napoleón, trabaja hasta la extenuación y en su ancianidad recibe como recompensa una visita al matadero para que lo conviertan en carne.

Mi madre regenta una cafetería desde hace 30 años. Son tiempos duros para la hostelería, pero, como tiene un cash burning rate muy bajo y no tiene deudas, pues aguanta el chaparrón de la crisis a sus 66 años. Mi madre es herederá de la tradición empresarial catalana, la del botiguer ahorrador de peseta en peseta que mantuvo la cordura en medio de la vorágine del endeudamiento salvaje que se produjo entre 2004 y 2008.

Muchos otros de sus compañeros de profesión, en cambio, corrieron una suerte bien diferente. Su principal competidor tenía un restaurante, y le iba tan bien que abrió dos más. El ayuntamiento le cerró uno de ellos por un problema con las licencias cuyos detalles no conozco bien. Los otros dos han sufrido tan duramente la crisis que su septuagenario propietario ha tenido que vender su piso en Madrid para pagar deudas y se ha traslado a su antigua casa en el pueblo que no es precisamente el lugar más confortable del mundo para retirarse mientras a duras penas intenta mantenerse al corriente de pago de mercancías, salarios, cotizaciones sociales e hipotecas.

Conozco otro que se arriesgó también montando en buen un restaurante en un sitio aparentemente bien situado. Y obtuvo como recompensa un Master Práctico en Concurso de Acreedores.

Otro amigo cuarentón, como yo, iba camino de heredar la empresa de su padre, sólo que han pasado de facturar 40 millones de euros a facturar 10. Y en herencia lo único que le va a quedar a este paso es un ERE que no tiene dinero para pagar (15-20 años de antiguedad en muchos empleados).

Y un primo segundo, se hizo cargo de la empresa de su padre, también, renovó la maquinaria y pagó indemnizaciones millonarias. Al final tuvieron que vender la empresa, recién saneada, para pagar el coste de la reestructuración, y aún así, el padre de 74 años no encuentra la forma de vender su casa para evitar un embargo por la deuda de la empresa que avaló a los bancos.

Todo esto es muy real y muy actual. No me estoy inventando ni exagerando ni un punto ni una coma. Nos quejamos de que en España lo que impera es la filosofía de «coge los millones y corre«. Pero es que uno repasa la historia y llega a la inevitable conclusión de que el único que hizo dinero fue el que salió huyendo primero.

Se habla todo el tiempo de que la crisis se está cebando con los jóvenes y con los que carecen de recursos, pero no es sólo con los jóvenes ni sólo con los que menos tienen. A muchos seniors adinerados los están literalmente descuartizando. Vale la pena, por ejemplo, leerse el caso de Martinsa-Fadesa que acaba de superar el mayor concurso de acreedores de la historia de España gracias a un decreto ley de 2008 que permite a las empresas quebrar sin quebrar (si, si, quien no me crea que en España se suspendieron legalmente las quiebras en 2008 que se lea el decreto). El juez ha dicho que la quiebra de Martinsa-Fadesa fue fortuita y le ha dado 10 años para ir pagando la deuda. Martinsa llevaba casi 20 años constituida cuando quebró, Fadesa más de 30. No eran empresas gestionadas por pipiolos inexpertos. Pero al final, el único que se enriqueció fue aquel que sabía que siempre hay que hacer negocios con el dinero de otro, nunca con tu propio dinero y que abandonó el barco justo antes de que se hundiese. Con tal historia tantas veces repetida ¿cómo pedir a los emprendedores que se queden y se esfuercen en prevalecer cuando están viendo que la recompensa por toda una vida de esfuerzo generador de empleo y de riqueza es una patada en el culo y una vejez colmada de disgustos?

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