Anti-reputación y equilibrio

De un tiempo a esta parte voy llegando a la conclusión de que lo mejor que se puede hacer con una excelentísma reputación es librarse lo más rápidamente posible de ella. Casanova tenía una pésima reputación (según se mire) y no le iba tan mal y en nuestro pais existen muchos casos notables de «Grandes España» que hicieron exitosamente de la mala fama su tarjeta de presentación. Además los peores desastres de la historia han sido causados casi invariablemente por personas que gozaban de una buena reputación fuera de toda duda. Cierto es que, en teoría, según acumula uno méritos le van otorgando mayores responsabilidades, y con el mayor nivel de responsabilidad también viene el mayor daño potencial de una decisión errónea. Pero el mayor problema no es que las decisiones, amenudo arbitrarias y viscerales, de una persona afecten a millones, porque, en el fondo, los sentimientos también tienen un papel útil, aunque mucha gente no lo crea, a la hora de tomar las decisiones correctas. Lo pernicioso es que se deja de vigilar y cuestionar a las personas en quienes se confía o peor aún, se otorga un grado de credibilidad a al sujeto simplemente porque el cargo oficial que ostenta inspira respeto. Es en las mayores empresas y en las personas quienes, presuntamente, eran «una institución» donde se han fraguado los más colosales desastres militares, económicos y sociales. Con frecuencia sucede que estas personas-hecatombe son realmente inteligentes y de buena voluntad, pero tras hacer posible un gran paso adelante se estancan en sus propias creencias del pasado o se emborrachan de éxito y empiezan a creer que son infalibles. Esta dinámica se produce en parte porque para caminar hay primero que desequilibrarse y luego recuperar imediatamente el equilibrio. En las crisis sucede que se pierde el equilibrio y se mantiene una situación desequilibrada demasiado tiempo. Esto es básicamente lo que pasó con la deuda. Endeudarse para invertir y crecer se ha demostrado que favorece la economía. Pero durante demasiado tiempo nos endeudamos y nos más endeudamos y más todavía, y, si les dejaran, los banqueros y los políticos seguirían endeudándose… Y lo que era un desequilibrio para avanzar se convierte entonces en una caida de bruces contra el suelo.

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