La ponzoña del capital relacional

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Cuando montamos Knowgate en el año 2000 yo no entendía porqué lo que más nos preguntaba la gente era: a) a quién conocíamos y b) cuánto dinero teníamos. Pensaba ingenuamente que si teníamos una buena idea y trabajábamos duro de alguna forma llegaríamos a algún sitio, y que de todas maneras no necesitabamos millones de euros para fabricar el software que yo tenía en mente, craso error.
Tracy Kidder ganó un premio Pulitzer con el libro The Soul of a New Machine, una crónica de la época de las tecnologías de la información en la cual una empresa podía fabricar una innovación y venderla simplemente porque el mercado estaba tan absolutamente necesitado de más potencia de cómputo que cualquier cosa que mejorase lo anterior tenía grandes posibilidades de ser un éxito comercial.
Pero desde que se inventó Internet se ha vuelto más difícil dar saltos cuánticos en innovación y las empresas ya no pueden permitirse estrategia de dentro a afuera (eso fue lo que mató a Sun). No es que se innove más despacio, ni mucho menos, por culpa de Internet, al contrario, se innova más rápido pero en porciones más finas y las operaciones se han vuelto más importantes que las innovaciones a la hora de ganar dinero.
Tras percatarme de mi error inicial de apreciación, cambié de estrategia y me convertí en un adoptador temprano de eConozco (ahora XING). Empecé a invitar a todo el mundo que conocía a mi red hasta que me convertí en uno de los individuos más conectados de aquella red. Hasta que me di cuenta de que las conexiones en redes sociales por si mismas son como un cable de red sin corriente si no fluye por ellas ninguna conversación.
Y aún hubo otros muchos intentos, por supuesto, abrir el código de hipergate para generar una Comunidad, heredar este blog de Alfredo y Juantomás, etc.
Pero cuanto más profundizamos en la era del capital relacional más empiezo a detestarlo. Ahora, de repente, se ha puesto de moda ser «un conectao» y conocer a todo el mundo. Tener chorrocientos amigos en Facebook, no sé cuántos followers en Twitter y la tana de conexiones en LinkedIn. Bien ¿y qué? Tanta ansia de protagonismo social, en las personas y en las empresas empieza ser patética. Estamos generando una tendencia donde los contactos políticos y las relaciones de influencia se valoran oficialmente más que los méritos reales, el esfuerzo continuado o la originalidad de alguien.
Todos los que ahora hablan de la “sociocosa” como un excelente invento deberían reflexionar acerca de que, en el fondo, se trata de primar el capital relacional por encima del capital intelectual, que es, justamente lo que hace un político.
No obstante, no hay que alarmarse en exceso, porque el fenómeno tampoco es para nada nuevo. Cuando Salvador Dalí fue a Estados Unidos se dio cuenta de que ganándose a los críticos de arte nunca pasaría de ser un artista marginal. A quien tenía que ganarse como pintor era a los medios de masas, y así lo hizo con gran éxito, como otro genio pictórico del marketing, también español, que era Pablo Picasso.
Estamos convirtiendo la tecnología en una especie de mercado de arte moderno, donde es más lucrativo ser el artista del momento que realmente tener ninguna genialidad. El mayor problema es que en dicho proceso nos alienamos del mundo real, que no es web 2.0, y en muchos casos ni siquiera 1.0 y creamos y aplaudimos productos y servicios para cuatro frikis mientras la realidad social va por otro lado.

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P.D. No me gustan los posts en primera persona, me parecen el colmo del egocentrismo, y en este creo que se repite la palabra «yo» más que ninguna otra ¡qué mal! pero, en fin, ya está hecho.

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