Cultura Social: Si no eres parte de la solución eres parte del problema

Por circunstancias de la vida, en el año 1995 me vi inmerso en una marcha militar. Era justo el día de cambio de hora y el capitán de la compañía no se percató. De modo que nos encontrábamos a unos 8 kilómetros del punto de reunión con justo 1 hora de retraso.
Ni corto ni perezoso, nos hizo cargar los 35Kg de equipo de campaña y recorrer a paso ligero sin descanso la distancia que nos separaba de nuestro objetivo.
Un camión militar iba en la cola de la formación y recogía (arrestados) a los soldados que iban cayendo desfallecidos, que al final fue más o menos la mitad de todos.
Fue el esfuerzo físico más duro de mi vida, pero me alegro de haberlo sufrido porque me proporcionó dos importantes lecciones:
– la primera que desde el momento en que crees que vas a caer vencido por el esfuerzo hasta el momento en que caes realmente, puede pasar mucho tiempo (en mi caso casi 1 hora)
– y la segunda que la puntualidad es más importante que las personas (se conoce que al capitán no le importó reventar a la mitad de la tropa con tal de demostrarle al comandante de batallón que deberas había hecho todo lo posible por no llegar tarde).
Cuento esto como preámbulo de que nos quejamos mucho de que en España no hay cultura del emprendizaje pero los propios emprendedores somos amenudo parte del problema.
Me explicaré: yo creo que en España hay un fuerte excepticismo social que arranca del desastre de la Armada Invencible en 1588, y, desde entonces, las pérdidas de la Paz de Utrecht, la derrota de 1805 en Trafalgar, la efímera constitución Pepa de 1812 derogada por Fernando VII, la Guerra de Independencia Hispano-Americana de 1809-1824, la Gloriosa revolución 1868 para deponer a Isabel II en favor del fugaz Amadeo de Saboya, seguido de la I República que tuvo 4 presidentes en 11 meses, la restauración de Alfonso XII, la rebelión independentista de Cuba en 1895, el incidente del Maine en 1898 que precipitó la pérdida de Cuba, Filipinas, Guaján y Puerto Rico, la crisis económica de principios del XX, la marcha contra la guerra en el Rif, el golpe militar de Primo de Rivera de 1923, la proclamación de la II República en el 31 en contra del recuento electoral favorable a Alfonso XIII, la sublevación monárquica de Sanjurjo, la revolución de 1934, la guerra civil del 36, la independencia de protectorado marroquí en el 56, el fallido intento de golpe de estado del 81, el cruento terrorismo de los 80, la corrupción de la beautifull people que desgastó al gobierno felipista, el macro-atentado del 11-M y últimamente la corrupción urbanística y las tensiones interterritoriales.
Llevamos más de 400 años de culo, cuesta arriba y contra el viento. Y gracias a Dios que,con todo, ahora estamos mejor que nunca hasta el punto de que el 75% de los españoles dice que quiere cobrar menos y tener más vacaciones (será que lo que más les sobra es dinero, no tiempo).
La concatenación de fiascos políticos, militares y sociales, ha impregnado a la sociedad española de un profundo excepticismo que afecta incluso a los emprendedores.
He tomado una firme decisión: no le voy a decir a nadie más que no se monte una empresa. Yo monté una en el 2000 y no me ha ido del todo mal. Sin embargo, en repetidas ocasiones le he recomendado a gente que no lo haga. Y no soy para nada el único emprendedor que da esa clase de anti-consejos a los más jóvenes.
Incluso algunos de los empresarios de más éxito dicen que para montar una empresa en este pais no hace falta sólo estar loco, sino tener, además, ganas de suicidarse.
Esto es porque esos empresarios sufrieron algo así como mi marcha de la muerte militar, en la que creí que ya no podía más, y al final resultó que no era para tanto. En serio, montar una empresa es algo heróico, pero tampoco es para tanto.
Por otra parte, mucho empiezan con bonitas ideas sobre el «capital humano» y al cabo de poco tiempo descubren, desencantados, que los empleados no piensan (ni cobran) como ellos y que lo que realmente les motiva es el ejercicio del poder y el dinero, aún a costa de reventar a la tropa por el camino.
Muchos empresarios curtidos somos los primeros en sentenciar: «esto o aquello no va a funcionar», sentando cátedra. Somos viejos, cegatos, obsoletos veteranos gruñones de los que se deleitan en afirmar «he visto cosas con 18 años que nadie debería ver en toda su vida».
Si no los lo creemos ni nosotros mismos ¿quién se lo va a creer?
En esto, si no somos parte de la solución, entonces somos parte del problema.

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