Programar y llegar a fin de mes

Desde hace tiempo encuentro refrescante reunirme de vez en cuando con la cúpula de AI², la Asociación de Ingenieros en Informática que trabaja, entre otras cosas, por la regularización del sector informático en aras de una mayor calidad de servicio para los clientes.
Al hilo de las cosas que a veces se hablan en las tertulias de AI², leo en elmundo.es una encuesta de Europa Press en la cual el 73% de los guionistas del cine español dice que no llega a fin de mes.
Creo que existen ciertas similitudes entre el problema de los guionistas y los problemas que se encontrarán los informáticos en el futuro: en un mercado que no está regulado los beneficios se los quedan las grandes producciones y los intermediarios y lo que queda para los trabajadores es la menor parte.
Los zelotes de la libertad extrema han hecho que muchas veces la palabra «regulación» suene a conspiración contra los pobres usuarios, cuando no tiene porqué ser necesariamente así.
Tomemos, por ejemplo, el caso del taxi. Me cuentan los taxistas (al menos los de Madrid) que su problema es que hay demasiadas licencias, que hay taxis para cuando había menos Metro y menos transporte público. Las tarifas del taxis están reguladas e incluso algunos taxistas están en contra de que suban en exceso porque ello (piensan) les haría peder carreras. En este caso la regulación trabaja a favor de los usuarios: todos los taxis deben estar en buen estado, llevar aire acondicionado en verano, admitir perro y cobrar una tarifa justa por el viaje.
Este mismo tipo de regulación sería necesaria en el sector informático para mejorar la calidad de los trabajos realizados.
He de confesar que yo mismo he estado en una época en contra de la creación de colegios profesionales de informática, en la creencia de que ello sólo introduciría imperfecciones en el mercado que elevarían artificialmente los precios como ocurre en otros colectivos, pero me equivoqué.
Los informáticos hemos nacido (como colectivo) en una época en la que las asociaciones gremiales habían pasado de moda. Tal ausencia de sentido gremail, en combinación con nuestra propia arrogancia, nos ha llevado a pensar que éramos irremplazables y que no necesitábamos ninguna norma reguladora para nuestro sector.
Si no cambiamos el chip, fácilmente podemos acabar como los cineastas: con millones de usuarios quejándose [sea verdad o no] de que vivimos de la sopa boba de las subvenciones, con unos pocos productores forrándose a mansalva y nosotros, mientras tanto, buscando de dónde sacar 4 euros para comprar las habichuelas y llegar a fin de mes.
Actualización: Vivir del software ¿libre? (Joserra)

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